lunes, febrero 26, 2007

PRETTY MOUTH AND GREEN MY EYES

"Madame Bovary takes a course in Television Appreciation. God, if you knew how--"

Se trazan siempre muchas líneas sobre cada una de estas nueve historias. La más frecuente de ellas es la charla del autor con lo divino. Salinger juguetea con la anécdota y con su eterno tema místico y nos reta a atravesar lo obvio: se repiten muchas veces God y Christ, eso es, de veras, anecdótico, lo sabe. Sabe también que nos habla de lo humano.

Muchas veces las conversaciones desembocan hacia lugares inesperados. Muchas veces si uno se detiente en las conversaciones se da cuenta de lo absurdo del uso del verbo desembocar. Simplemente transcurren casi, diríase. El cuento habla del paso de las palabras y de nuestras angustias sin muchas vocaciones aparentemente claras: no hay otra atmósfera (mejor, claro) que la de las palabras.


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martes, febrero 20, 2007

D-FENS

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Puede que Noel tenga razón y puede que Un día de furia sea la película más de derechas que pueda hacer un realizador gay (por no salir de sus palabras sabias). Pero sin embargo hay algo en la histeria de este hombre, D-Fens (el nombre ya indica su condición de sublimación hecha personaje), que me inclina a pensar que es justamente lo contrario: y no les hablo de ideologías o indicios sino de aquella predicción de Jordi Costa que decía que la próxima revolución sería de consumidores.

D-Fens es el estadillo del grano de pus más grande que lleva como nombre sociedad neoliberal. Capital: Los Ángeles. Estado de ánimo: Furia, insatisfacción. Mensaje final: Una versión actual (es un decir, lo saben) de Minority Report (el relato). Y me van a disculpar la redudancia pero el final de Schumacher es en el fondo descorazadonador: el sistema puede ser capaz de funcionar y enmendar esas anomalías que genera con una facilidad mecánica.

La escena más perversa de la película es la de D-Fens y el neonazi. No sólo puede servir a los más ingenuos para marcar distancias entre el protagonista (la sublimación del hasta los huevos, simple y puramente) y la ideología neofacha sino que además obliga al espectador a escoger bando: ¿queda otra opción? Lo brillante en su resolución (los que han visto la película, la saben) es la pregunta sobre la ideología. No es que no haya diferencia entre métodos o ausencia, sino que la ideología está definitivamente muerta: ya sólo queda la pura y dura supervivencia que oblgia activamente al espectador a plantearse cada una de aquellas acciones que él (nosotros) consideraba políticamente correctas.

sábado, febrero 17, 2007

PARÁBOLA DE LA ADMIRACIÓN

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Se acaba de publicar Parábola de los talentos uno de esos libros de cuentos de una editorial pequeña, en fin, como suele ocurrir una antología de, valga el oxímoron pesado y metálico, nuevas promesas. Como si una promesa pudiera ser antigua o incertera, como si el talento no existiese ya más allá de la decepción o la falacia.

Y por qué diantres hago yo promoción de una antología que, en general, puede no venirme ni irme. ¿Por amistad? Quizá, si. ¿Por admiración? Ni que fuera tan distinto de la otra pregunta. Si, señores. Les hablo de uno de los incluidos: Matias Candeira.

Las conversaciones con Matías, a poco a poco, se te hacen inolvidables y en el recuerdo se convierten en una pequeña novela de esas en los que lo importante al fin y al cabo son las aventuras con los compañeros, los instantes invisibles y muchas veces inexistentes. Y el secreto está en la admiración, al menos por mi parte. A mi Candeira y su prosa surreal (postreal me gusta llamarla en secreto) me provocan una fascinación enorme y puede que ahí este el secreto en mi aprecio por él, un lazo que se hace fuerte en cada conversa. Es imposible no admirarle, no compartir esas filias y fobias y no llevarle la contraria con la timidez de un universitario que quiere parecer que se sabe. Si es mi amigo, pero lo es porqué lo admiro muchísimo.

Cuando se muere la nevera , incluído en esta antología, es uno de mis cuentos favoritos. No lo es por nada más que es un cuento con vida. Candeira es un escritor muy parecido a Lorrie Moore: en sus cuentos el aire que se respira es el de la autenticidad, y con ellos es capaz de llevarnos a relfexiones mejores que las de cualquier sucesión discursiva de ultrarracionales argumentos pseudometafíscios en cualquier libro de filosofía. De esa emoción nace una percepción del mundo para el lector completamente nueva y no miento, que mucho cuento malo he mamado ya. Tiene uno de los principios más bellos:

Un día va la nevera y se muere, en un gesto incomprensible.

Y está esa perplejidad que nos rodea ,casi postexistencialista. Ese absurdo que ya se ha convertido en una rutina, en un pesar mientras transcurren nuestros días.

Lo cierto es que no es posible.
Está muy claro lo que ha ocurrido.

viernes, febrero 16, 2007

DE DAUMIER SMITH'S BLUE PERIOD

If It Made any real sense --and it doesn't begin to --

Puede que con esas cartas que mandaba, fuera Salinger el advenizo de aquél otro amante del género epistolar que decía que si estaba chiflado tanto mejor.

I'm tempted of say that Thursday evening was peculiar or perhaps macabre, but the fact is, I have no bill-filling adjectives for Thursday evening.

Puede que con De-Daumier Smith's Blue Period descubriera muchas más cosas sobre el antes y el después, prosiguiendo una inevitable y casi diría, con los ojos cerrados ante lo que es un libro favorito, mística ruta de lectura. Aquí no era tanto la aparición de ese maravilloso dibujo de Jescuristo como ese estudiante falsificador rondador de escuelas que tanto se parece a Max Fischer, otro genio de la mentira como la más vieja y sincera forma de comunicación. O esa prosa, de humor enloquecido e imparable, que me recordó en su primera lectura a los cuentos de Woody Allen con un pie costumbrista y el otro como siempre reformulando alguno de los temas contemporáneos. Tobias Wolff quiso contarnos como él fue Salinger en Vieja Escuela y hay un momento muy Daumier-Smith: Si aquí el protaognista descubría el talento tras una vulgar monja en clausura, allí era el plagio de un relato de una chica inconsciente. En ambas el descubrimiento conlleva cierto desencanto, cierta bajada de la realidad y un choque, bellísimo, íntimo, entre sensaciones divinas causadas por humanos. Quizá podamos hablar de ese gran tema pero es que Salinger hasta para eso se dedicó a hablarnos de todo a la vez.

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jueves, febrero 15, 2007

SANTA PATRIA

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Lo comentaba todo el mundo: la visión japonesa del asunto tiene que ser (aún) mejor. De hecho era la idea perspectivista lo realmente interesante en la apuesta de Clint Eastwood. Y ahí lo tienen: Banderas de nuestros padres es una película perfectamente triste y valiente, como pocas y llena de motivos.

Cartas desde Iwo Jima es aburrida y es una definición de eso que Nacho Vigalondo llama drama mazacote. Es una forma errónea de entender el lado japonés: a través de la mutación mimética a su tópico y cine, cuyo resultado es poco menos que extravagante.

El caso es que es curioso lo extraño en que se complementa la película con Inland Empire de David Lynch.: en ambas los directores intentan reeditar sus mejores virtudes. La diferencia con Lynch es que su resultado es comparable a una visión más cercana a Deconstructing Harry que otra cosa, y la versión de Eastwood es asmática y agotadora por reiteración.

Puede que a los exóticos les guste pero sus virtudes están por completo anuladas ante un discurso harto tópico e hiperbólico más propio de la comedia que de la verdadera reflexión, como ya digo siempre la hipérbole no acostumbra a gustarme en un drama. Y es que amigos la colección de suicidios es risible. Por no hablar del protagonista, y la confusión que tiene el espectador entre idiotez y candidez en toda la película.

Clint ha confundido empatía con (intento) de simulación, de mutación. Debería haberse conformado con contar con sus propios recursos poéticos, que tienen un origen cultural (norteamericano, él) para acercarse al otro lado. Ello no significa que la idea siga siendo mejor que el resultado y que tenga una escena memorable que resume lo que luego se redunda hasta el flato: la del coronel encarnado por Watanabe charlando con sus amigos norteamericanos en una cena. Y la película puede dar pie a que quizá se empiezen a hacer superproducciones bélicas contadas no ya desde el otro lado sino por el otro lado. Ya hay claro, pero yo hablo de cantidad.

Flags of our fathers.

martes, febrero 13, 2007

DIEZ NO LOGOS SOBRE LA LITERATURA Y POP (VII)

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Eloy Fernández-Porta es miembro de honor de este Rincón desde siempre. Ahora se presta generoso a ofrecernos un adelanto de su próxima disquisición imprescindible en formato de ensayo llamado Afterpop: La Literatura de la Implosión Mediática. En exclusiva un adelanto.

VII. TUS FILIAS SON POP : TUS FOBIAS SON PULP.
La distinción entre órdenes o géneros culturales puede plantearse a partir de un esquema psiconalítico. El ámbito del pop es el de la filia, el goce del objeto y de la novedad entendido como goce obligatorio, compulsivo. Lo ejemplifican dos episodios de American Psycho de Bret Easton Ellis en que Patrick Bateman dedica varias páginas a comentar la discografÌa de dos de sus grupos favoritos: Huey Lewis and the News y los Genesis post-Peter Gabriel. En ambos casos su descripción del objeto de consumo como objeto de goce está recorrida por un siniestro candor: es una combinación de crÌtica musical blanda a lo Rolling Stone ("la mejor y la más interesante banda que surgió en Inglaterra en los años ochenta") con epifanÌas sentimentales de mal gusto ("¿Acaso algún grupo ha presentado en términos más íntimos los aspectos negativos del divorcio?") y apelaciones autobiográficas ("lo que hace que esta canción sea tan excitante es ese final con el narrador que nunca se entera de nada"). El goce naif del Bateman-comentarista-de-rock aclara mucho sobre su papel como asesino: se comporta como un modelo ideal de consumidor que vive y siente los mensajes publicitarios al pie de la letra, con una intensidad que ni siquiera un fan podrÌa sentir. Es una perversión parecida a la que tiene el agente Cooper de Twin Peaks, que encuentra "delicioso" y "exquisito" hasta el pastel o donut más vulgar. "°Tiene usted el estómago de una hormiga!", le dice su compañero de aventuras: en efecto, la filia comercial es psicótica y sólo puede redundar en el crimen. En su adaptación al cine de la novela Mary Harron tuvo una excelente ocurrencia: cruzó el capítulo sobre Huey Lewis con el del primer asesinato de un colega de trabajo, de manera que Bateman le clava el hacha en la cabeza a su vÌctima mientras comenta, extasiado, la canción "HipTobe Square". El que intenta venderte un disco quiere sajarte la cabeza: paroxismo y crimen: tal es la psicosis del consumo.
Freud define la fobia como un temor irracional que causa reacciones p·nicas, y cuyos orÌgenes cabe rastrear en la historia personal o en elementos psicosociales. El personaje literario que mejor representa la fobia de nuestro tiempo es Cayce Pollard, la coolhunter que protagoniza la novela de William Gibson Pattern Recognition (Mundo espejo). La clarividencia social y comercial de Pollard est·ádirectamente relacionada con una experiencia traumática: "El muñeco de MichelÌn fue la primera marca comercial ante la que manifestÛ una reacción fóbica. Tenía seis años." A partir de ese trauma originario Pollard desarrolla una reacciÛn contra todas las marcas corporativas; especialmente significativo es su ataque de Tommyfobia (de Tommy Hillfiger) en los primeros capÌtulos de la novela. Esta idea del pulp como inconsciente del pop se ha desarrollado también en el cómic independiente norteamericano. En un texto autobiográfico Daniel Clowes describe su reacción ante la portada de un número de la revista Strange Adventures que representaba a un matrimonio convencional con niños pasando un domingo en el jardÌn, jugando en la piscina bajo el sol: "me eché a llorar y empecé a darme de cabezazos contra la pared por lo angustiosa que me parecÌa esa situación". Esta representación de la reacción fóbica al pop coincide con la de una historieta de la serie de Charles Burns Misterios de la carne en que una mujer huye hipando histéricamente de una sala de proyección en que pueden verse las im·genes de una hamburguesa y una cama de matrimonio. La huida fóbica –s·lvese quien pueda– no lleva, en estos y otros casos, al purismo, sino a una reescritura de la lÌnea secreta de la cultura popular contra la principal.
La aparición de una nómina o enciclopedia de referentes junto con la puesta en escena de una reacción p·nica constituye el doble movimiento, de an·lisis y repulsión, que define a la literatura como crÌtica de la cultura: historizar la cultura contempor·nea (por medio de un archivo seleccionado de sus casos) e histerizarla por medio de la crisis fóbica.

viernes, febrero 09, 2007

TEDDY

Salinger era un profeta como Philip K. Dick. Pero de otra manera, supongo, aunque no tan distinta como les pueda parecer. Teddy es un niño prodigio que ya ha visto la verdad, lo sabe todo y eso lo hace maravilloso al leerlo, un poco como Salinger que cuando descubrió lo que Teddy quizá iniciase ese santo silencio. Y el uso del cristianismo, como estigma de Palmer Eldritch, también une a estos dos genios en los vericuetos de la realidad, en los misterios ocultos tras los márgenes de la percepción humana. La verdad es que todavía no he podido olvidar cuando Teddy exclama ¿Se acuerda de la manzana que Adán comió en el Edén, como se cuenta en la Biblia? –preguntó-. ¿Sabe lo que había en esa manzana? Lógica. La lógica y demás cosas intelectuales. Eso es lo único que tenía dentro. Así que (esto es lo que quiero señalar) lo que tiene que hacer es vomitar todo eso si quiere ver las cosas como realmente son. Quiero decir que si lo vomita, no va a tener problemas con trozos de madera y cosas así. Ya no verá las cosas acabando todo el tiempo. Y sabrá qué es en realidad su brazo, si le interesa saberlo. ¿comprende lo que quiero decir? ¿Cree que lo ha entendido?

miércoles, febrero 07, 2007

Vigilar y Castigar (III)

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En la sensacional Wanted Mark Millar es capaz de arrancar de cuajo varias reflexiones foucaltianas sin complicarse la vida: desde luego la sencillez no era el talento del filósofo francés, pero sus reflexiones no escapan a nuestro escocés favorito que aunque no le suene Foucault da igual: es una referencia casi obligada para saborear tanto su obra como lo hago yo, Millar es un gourmet del sarcasmo inteligente.

En su visión de estos supervillanos que pueden matar, robar o violar, se oculta una estudio incluido en la obrita de marras la mar de interesante: la inspección jerarquica y la sanción normalizadora. Lo impresionante al principio de Wanted es como Wesley Gibson aprende esa reiterada y amadísima y certera idea del saber es poder (también la usa Dick pero en términos próximos a otro clásico de lo que ya hablaré más adelante) a través de una arbitrariedad: Gibson en definitiva descubre la falsedad y el derrumbamiento de su hastío (luego en el desarrollo de la obra, las cosas cambian pero hablo de ese momento inmediatamente inicial) a través de ver como su mediocridad no era más que una función orgánica. Los delincuentes son aquellos que no cumplen las tareas que se les han asignado.... y en este caso algunos de estos delincuentes presiden la jerarquía.

sábado, febrero 03, 2007

Vigilar y Castigar (II)

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La técnica penitenciaria y el hombre delincuente son, en cierto modo, hermanos gemelos.(...) Aparecieron los dos juntos y uno en la prolongación del otro, como un conjunto tecnológico que forma y recorta el objeto al que aplica sus instrumentos(...)
MICHEL FOUCAULT

En su última colaboración en la serie de Lobezno, el guionista Mark Millar termina con una historia autoconclusiva llamada Prisionero Número Zero que fue acusada de antisemita, como viene siendo habitual en la obra del escocés y esta vez la excusa era que transcure en un campo de concentración nazi.
Partiendo de una situación basada en Watchmen , en la que se le da la inversa a la situación del prisionero / guardas, Millar teje una reflexión muy interesante también no sobre el funcionamiento del sistema penitenciario (que sería algo harto obvio) sino que a partir de un espejo histórico no deforma sino que muestra la figura de Lobezno (el icono) como un espectral fantasma inmortal, que se niega a morir tras miles de fusilamientos. El juego de espejos es muy interesante: por un lado Lobezno ejerce de espíritu vengador de una conciencia ausente en un entorno de una atmósfera irreal y opresiva (la presencia del frío, de la nieve).

Por otro lado la inteligentísima jugada de Millar es aplaudible: no por el hecho de escoger a un oficial nazi para que nos cuente la historia (el principal motivo por el que se escandalizan los críticos, claro) sino por el hecho de observar como la línea de la locura y la cordura puede tener relación con esos actos inmorales como son la tortura y el asesinato arbitrario. Millar es optimista: Foucault creía que estábamos vigilados y programados en nuestra conducta por la sociedad misma que se encargaba de castigar lo anormal, Millar cree que aún es posible en lo más sombrío avivar la llama de lo subversivo. Y lo dice sin usar discursos pegajosos, oiga.

AB: Me tienen ahí, al pie del cañón, en Papel en Blanco, en Sin Seudónimo.