viernes, marzo 07, 2008

Una construcción en off

Sospechosos Habituales va a terminar siendo recordada como cinta nociva, posiblemente. Las mentiras, que forman parte de toda narración subjetiva, se incorporan a la narrativa con un giro final de (es)pasmo y bajo esto se han construido distintas piezas de neo noir: los tres ejemplos más significativos son Smokin' Aces (2006, Joe Carnahan), Confidence (2003, James Foley) y El Caso Slevin (2005, Paul McGuigan). Keyser Sozé tenía una construcción que jugaba con las predisposiciones del espectador: él era el aparente testigo superviviente, el narrador en flashback, por lo tanto fiable. Se construyó con eso y grandes actores una película tan divertida como era de esperar, pero al fin y al cabo, una utilización un tanto mezquina de los misterios folletinescos imposibles (el modelo más cercano es el de Leroux et al) con el noir. Mezquina porque ni el misterio parece ser el encanto de dicha película, ni el noir sobrevive a un par de apuntes.

Confidence si tiene una diferencia aguda respecto al film de Bryan Singer muy interesante: construye su juego de engaños sobre la variante de los con men. El equivalente a reprocharle truculencias a The Prestige, es lo mismo hacerlo con la cinta de James Foley. O sea una estupidez aseverativa, inconexa. Construida sobre engaños, no duda en convertir el happy ending en una modalidad ingeniosa de un desarrollo plenamente artificial, logrando una variante muchísimo menos cool que los Ocean's pero con una femme fatale mucho más hipnótica y muchísimas más sorpresas en el guión. El Caso Slevin sería la construcción opuesta: mediocre historia de giro final, en la que los buenos actores intentan salvaguardar el conjunto con sus indudables actitudes (básicamente, un villano perfecto llamado Bruce Willis y un decididamente divertido Hartnett) y en la que se insertan monólogos de modelaje postTarantiniano del todo rídiculos. Una historia de venganzas construida desde la anécdota, que no sólo bebe del guión de Christopher McQuarrie, sino que también se erige mediocre continuadora de cierto parentesco iniciado con Memento de Christopher Nolan.

Smokin' Aces de Joe Carnahan es, a día de hoy, la mejor del modelaje neo noir que se construye en off. Inteligente, un paso más allá en el potencial indudable de Carnahan (tras su brillante debut cinematográfico lleno de humor negro, llegó la cautivadora y durísima Narc) que regresa a los orígenes e incluso se permite un discurso que ha pasado completamente desapercibido. Para la serie de spots de bmw The Hire, Carnahan rodó Ticker, con Don Cheadle y su actor-fetiche Ray Liotta, además del conductor protagonista. El protagonista cubría a un angustiado hombre (Cheadle) que cubría una maleta, dada por un misterioso árabe, que incorporaba un controlador que iba presionando al conductor y lo sometía a una carrera contrarreloj. Contra todo pronóstico no se trataba de una bomba, sino de un trasplante. Smokin' Aces está construida sobre esta idea: el transplante y las consecuencias morales de su protagonista. La película convierte su construcción en off en puente de entrada para toda la breve historia del neo noir, con una trama de gángsters y detectives, de identidades, absolutamente bellísima. Y ni siquiera, en su aparente apuesta por lo cool, descarta momentos absolutamente enfermizos y cafres, ni el espíritu del perdedor, esencial para construir cualquier cine negro. El resultado es magnífico y posiblemente por el tino con el que maneja Carnahan sus elementos, por lo que queda cerca de películas como True Romance o Domino de Tony Scott, que con mediocridades como las de McGuigan.

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