viernes, agosto 29, 2008

Something Like a Phenomena


Aparte del título, sólo hay una cosa que comparten la canción de los Yeah Yeah Yeahs y la película de Dario Argento: son dos casos de despertar sexual. Karen O anunciaba su despertar sexual con un disco violento, con una canción larguísima y excesiva, llevando su configuración poética y refinada del garage a un extremo sucio y de visos setenteros. Argento lleva a su protagonista (Jennifer Conelly quinceañera) a una historia de despertar sexual en un marco de angustiante giallo y desconcertante fábula sobrenatural, haciendo de Phenomena (en inglés conocida como Creepers, título no menos delicioso) una de sus películas más extrañas, de las que dialogan entre sus dos etapas y entre el marchitar de su genio creativo.

Después de la película, Argento supo explotar mejor su genio creativo apadrinando proyectos de nuevos visionarios, nuevas fieras como Lamberto Bava o Michele Soavi. Escribió para el primero sus mejors películas, el díptico Demons, y para el segundo otro tanto, La Chiesa y La Setta. Su carrera llega a su máximo punto de expresión como cineasta en Profondo Rosso y Suspiria. Alcanza una maestría reconocible al realizar Inferno y Tenebre. En la película se oservba a un director todavía interesado en aliarse con la técnica, sobretodo en su uso desmesurado de la steadycam, de un modo completamente distinto al de Kubrick de The Shining, usándola para planos subjetivos que parecen réplicas europeas de lo que en manos de Sam Raimi se convirtió en hipérbole cartoonesca para sus Evil Dead.

No es que la película carezca de problemas, dada su concepción peculiar de ser un cuento de horror reposado y lleno de visiones súbitas. Hay algun breve titubeo narrativo pero en general lo que predomina aquí es el humor heterodoxo (todos referidos al mono y a algunas soluciones argumentales) y el poderío visual para adornar un verdadero y extraño poema de horror. En esta fábula de una adolescente, hija de estrellas de cine y destinada a un internado con fenómenos no menos extraños, caben desde bellas sinfonías de moscas que predican y hasta definen la transición hacia la era adulta, hasta maquiavélicas y perversas madres, aficionadas a comprar muñecas para simular cadáveres y a componer piscinas de muertos y sangre. También hay lugar para un final brutal en el que se hace una metáfora extrañísima del Concepto de Matar al Padre y en el que el citado chimpancé es un auténtico protector de todas las truculencias. El poema, para mayor sensibilidad, se construye siempre con Goblin, Iron Maiden y Motorhead adornando una sinfonía de muerte, guitarras eléctricas imperfecta pero con un irrepetible sabor a retiro creativo que se haría realidad con los proyectos posteriores de su autor.

1 comentario:

Pedro José Tena dijo...

Es una película loca, primer síntoma del temprano chocheo de Argento, aquí convertido en un viejo verde con afición a las niñas, los bichos y la mierda. ¡Es genial!