viernes, julio 10, 2009

Las intermitencias de la muerte


La última casa a la izquierda (Last House on the left, 2009, Dennis Iliadis)

La primera película de Dennis Iliadis era la curiosa Hardcore, una historia de amistad entre prostitutas con una sensibilidad perversa que colindaba entre la poética de Larry Clark y la fascinación, tremendamente sensible, por el angst adolescente en un clima de absoluta decadencia. Solo hay rastros de ese Iliadis en la escena de la violación, superior a la de la original en cuanto a remarca la naturaleza cobarde, machista y patética del acto, desmitifica cualquier atisbo de estética en el crimen y destaca el carácter penoso y acomplejado del ejecutor, combinando planos de detalle y un escalofriante plano final.

Sorprende ver a Tony Goldwyn (la voz de Tarzan y secundario con cierto afán de galán en varios telefilmes de los noventa) y Monica Potter (la chica de Con Air y Patch Addams) haciendo de padres y poca cosa más: el remake es parecido, pero con toda la violencia eliminada. Craven falló en la escena de la violación, quiza más shock que elaborada, pero el resto de su película se beneficiaba de su atmosfera zoombona y llena de canciones pop lisérgicas y folk, de simbología astuta (el medallón de la paz de su protagonista). La historia no era nueva: era una leyenda nórdica que fue adaptada por Ingmar Bergman en la sombría y excelente El manantial y la doncella (1960).

De aquí se han quitado los elementos más tremebundos de la original, como la muerte en el lago de la hija (la escena más recordable) y el momento, tremendo, en que la madre y esposa se encuentra con Weasel (el secuaz enloquecido de la banda que aquí recibe el nombre de Francis) y le inicia una felación para terminar arrancándole el pene de un mordisco. Algunas decisiones son acertadas, como mantener a la hija con vida, y añaden más peso dramático a la historia, el resto la suavizan (en la original, Krug convencía a su hijo para que se suicidara y aquí el hijo se convierte en la esperanza en medio de la banda) y la hacen digerible para un público poco dispuesto a la brutalidad de los setenta.

La escena final de este remake es caricaturesca, ya definitivamente lejos del clímax moral de la original. Una escena para divertir y certificar la condición de película incoherente, bastante mediocre y con un epílogo disfrutable. De todos modos, la original de Craven tuvo un exploit superior en la tremenda y ultrafeminista Day of the Woman/ I spit on your grave,
terrible y absolutamente naturalista historia de venganza femenina contra sus agresores.

1 comentario:

Mycroft dijo...

Echo de menos la brutalidad de los 70. Porque vivimos en un mundo brutal, con una narrativa forzosamente soft.