miércoles, septiembre 30, 2009

Los robots del amanecer

The Surrogates (2009, Jonathan Mostow)

The Surrogates confirma lo que Susan Sontag escribió sobre la ciencia ficción (cinematográfica) que no trata tanto sobre la ciencia como sobre la catástrofe. En este caso, la catástrofe ha sucedido y tenemos un futuro que se diría sueño ochentero modelado después de las fiestas del Blow Up de Antonioni.

Es cierto que Jonathan Mostow debería dejar de rodar persecuciones con zooms temblorosos, pero el cineasta vuelve, ocasionalmente, para darnos una persecución final espectacular acompañado por un saltarín sentido de la huida capaz de darle cierta inspiración al pálido Raimi de los Spider-Man. Las mejores ideas las sigue dando el guión: desde la reformulación del Mad Doctor en clave digna de Alfred Nobel, otro inventor arrepentido por el impacto su aportación, hasta un ghetto en el que todo lo fofo e imperfecto está condenado al asentamiento y a la marginación, con un líder religioso que, por supuesto, es una consecuencia del centrifugado moral del sistema. En este caso cuasi literalmente.

El tebeo de Robert Veniditti y Brett Weldele (mejor colorista que dibujante) era similar, pero habían cambios: el doctor Canter controlaba a Steeplejack, singular gigantón robótico sacado de la imaginería de los magazines de los cuarenta, que era el único modo de desactivar los surrogates. Al final, un desesperado Greer descubría que su esposa no pudo soportar el fin de su simulacro. Mostow convierte al Profeta en el inicio del simulacro y borra al gigantón robótico de la historia, pero en su final feliz se asegura un tipo de romance crepuscular que parecía casi olvidado por el Hollywood mainstream y que marca un hito cuasi autoral por parte de Bruce Willis, siendo un rarísimo punto de encuentro entre La muerte os sienta tan bien (o la relación matrimonial como fiesta conducida por la lógica del simulacro estético) y Live free or Die Hard (o la pureza del analógico y el vinilo frente al marasmo digital). Podría tener mayor humor, una presencia tan hipnótica como la de Sonny en Yo, Robot, pero es muchísimo más interesante y satisfactoria que la cinta de Proyas. Lo decía Thomas Pynchon cuando hablaba de El amor en los tiempos del cólera de García Márquez: el amor es extraño. A medida que envejecemos se vuelve más extraño, hasta que en cierto punto la mortalidad ha presentado dentro del marco de nuestra atención , y entonces estamos súbitamente atrapados entre fechas terminales sin dejar de hablar de un juego de la eternidad.

martes, septiembre 29, 2009

Perro de Família


Parte 2 / Parte 3

Tim Burton en su mejor rol (animador y artista de storyboard) y dirigiendo y escribiendo el titanaco Brad Bird, con el soporte del productor Steven Spielberg y el formato de Amazing Stories como campo de experimentación. El piloto de Family Dog fue una serie de televisión no demasiado exitosa y su animación terminó extraviada en estudios baratos asiáticos, pero su deslumbrante episodio piloto sigue siendo una delicia.

domingo, septiembre 27, 2009

Humbug


El otro día hablaba con Tones sobre los revivals ochenteros que tanto se llevan ahora. Su queja era clara y razonable: no estaba seguro de que los revivals de ahora tuvieran tanta sinceridad en los referentes como los de los ochenta. Me puso un ejemplo claro: Bad To The Bone de George Thorogood era una coda clara a I'm a Man de Bo Diddley. Es cierto que los últimos discos de Gossip, Yeah Yeah Yeahs, The Killers y demás juegan con este factor: por una parte son sonidos atractivos a una generación de treintaytantos que creció con esta música de fondo y por la otra son una reedición, a veces parcialísima, de sus logros a una generación que está bastante más ajena a todo lo ocurrido en los ochenta y a la que el referente le da absolutamente igual.

La gran decepción fue el Tonight de los Franz Ferdinand. Tiene alguna canción memorable (Lucid Dreams, momentos de Bite Hard o Ulysses), pero es la clase de álbum aparatoso y experimental al que el rock de estadio nos está acostumbrando en muy malas dosis. Tengo algunos ejemplos, distintos, en mente como el Zenyattà Mondatta de los Police o cualquiera de los últimos trabajos de U2, aunque puede que la pátina indudablemente cool de Kapranos y su grupo le salven el pelo. Pero la frontera está ahí y es evidente. Incluso prefiero a los Kings of Leon que del rock rarísimo con ecos de Parsons, Lynyrd Skynyrd ha terminado en el genuino himno de estadios. Y no están nada mal, pero son otra cosa.

En fin que Humbug era la otra esperanza del revival del postpunk, fallados los Ferdinand. Todas las bandas son calculadísimas, ninguna tiene la capacidad para la sorpresa verdadera del Entertaiment! Del Gang Of Four o la pochez anticipatoria del Real Life de los Magazine. Los Arctic Monkeys habían articulado un debut intenso, pero sobretodo el Favourite Worst Nightmare me parece que condensa muchas, cuando no casi todas, sus virtudes. El oído de Truner para el lenguaje de la música pop es excepcional. Todavía no ha llegado a igualar todos los aciertos de Ray Davies, pero va por el camino. Su fraseo es intuitivo y rápido, pero también tiene una genuina cualidad pop para hablar de lo que nos rodea. Fluorescent Adolescent, coescrita con su entonces novia Johanna Bennett, usa los juegos de palabras para ser nostálgica :

Flicking through a little book of sex tips
Remember when the boys were all electric?
Now when she tells she's gonna get it
I'm guessing that she'd rather just forget i
Clinging to not getting sentimental
Said she wasn't going but she went still
Likes her gentlemen to not be gentle
Was it a Mecca Dobber or a betting pencil?

Es un ejemplo. Hay canciones literalmente perfectas como 505….y a partir de esa canción parece Josh Homme (el alma máter tras Queens of the Stone Age), el productor tras Humbug, haber aconsejado a los Monkeys. Sin embargo, Humbumg es un álbum irritante y notable a la vez.

Homme no parece haber captado que incluso en sus canciones menos exuberantes, los Monkeys y Turner son una cuestión de energía antes que de su tono oscuro y perfecto. My Propeller es una canción perfecta de Homme, con su herencia setentera en su sonido….pero con atisbos de Turner o los Monkeys, como un bis perfecto del Rated R. En Pretty Visitors, Cornershop o Crying Lighting es cuando Turner funciona con su lenguaje imparable, mezcla de dialéctico callejero y sofisticación melancólica. Turner sigue capaz de ofrecer cosas como esta:

Your past-times, consisted of the strange
And twisted and deranged
And I love that little game you had called
Crying lightning
And how you like to aggravate the ice-cream man on rainy afternoons

Humbug dista de la decepción, pero la exploración por nuevos terrenos tampoco ha terminado por parecerme demasiado autoindagatoria. Supongo que hay que conformarse con canciones estupendas y otras olvidables en las que se atisban los álbumes que podría haber sido: un disco perfectamente Hommeizado en el que los Monkeys recogen la herencia del hard-rock contemporáneo y liman el estilo de su líder y un inofensivo intento de reinventar su sonido. En otros ratos queda claro que, pese a todo, siguen conservando los logros del segundo disco. Y es muchísimo.

viernes, septiembre 25, 2009

jueves, septiembre 24, 2009

Quién me ha robado el mes de Valéry

Vicente Molina Foix fulminó con su mirada a Anacleto.
Y la Rue del Percebe ahora termina en Doce.
Fue en moto y con gafas de sol al entierro de Totoro.

El artículo de Molina Foix. Menuda le han propinado los tabernarios españoles. Igual hay más seriedad de la esperable. Lo que me parece apasionante es este fragmento del texto:


"[...] mientras que se nos recuerda, en
sesudos artículos colocados en las páginas centrales de suplementos de libros de
los periódicos nacionales no la primera edición de Lolita de Nabokov (también en
1959) sino que Tintín cumple 80 años"



Los titulares. Vam guanyar les escoles, però vam perdre els patis como dicen los filólogos catalanes. Molina Foix, con la indignación de quien se nota invadido por los tebeos que desplazan a Nabokov. La cultura como supremacía, no tanto racial, como evidente. Es un asunto de altura. Y a esa altura, dice razonando Molina Foix, solo puede estar el viejo Nabo. La cultura como oposición tiene ese problema: que, primero, necesita a los diarios para continuar revalidándose y después, no funciona como aportación clave para leer(nos) el género novelístico, ya que nadie duda de los ecos de Nabokov, baste que uno ojee por la librería cualquier libro de Fresán o Amis, sino como proclamación anual de su importancia, supongo que también grandiosa como todo lo que puede relacionarse con Nabo.


La pataleta no consiste tanto en explicarle a Molina Foix que en el medio están Little Nemo, Eisner, Tezuka, Moore, Spiegelman, Miller y demás piezas del canon relativamente nuevo. Es otro tema, jerárquico y tendremos un columnista para explicarlo. O dar pistas. El asunto es como la cultura, un intercambio, significa, solamente, el lugar de los titulares. Esta idea alarmante de la validez en la que cualquier campo del tebeo (medio joven) actúa para envilecer el triumvirato del ruso de apodo fálico es la que nos habla de la idea anecdótica que tiene Molina Foix de la literatura, cuando en tiempos de Internet la guerra se libra todavía en los diarios. Y en vez de guerra, la lectura, se libra en otros espacios, creo.


La otra mala noticia es contarle a Molina Foix el asunto de los videojuegos. Nadie sabe quienes serán los próximos muertos, pero no duden que la DS killed the Rimbaud star.

domingo, septiembre 20, 2009

Bill como (de)construcción mítica

¿Cómo sería unida Kill Bill en una sola experiencia? Parece que nunca lo sabremos. Sin embargo, lo interesante es como recibiríamos los exageradísimos cambios entre el volumen 1 o 2 que no se limitan a las referencias, sino al tratamiento de los personajes. En concreto el de Bill. Su presentación tiene respuestas casi simétricas en el segundo volumen. Sin embargo, en el primer volumen Tarantino se mueve en el terreno de los mitos. Todos sus personajes tienen un aura mítica en sus nombres, especialmente Bill del que recibimos una información escasa, esencial. Está en los detalles. Su nombre cobra una importancia clave para que le consideremos peligroso. How did you find me? Le pregunta La Novia. I’m the man responde él al final del primer volumen.




Su nombre es un motivo de terror para Hattori Hanzo. Su presencia una sombra en la recreación anime de la Matanza de Dos Pasos.



En el segundo volumen este aura desaparece. Bill es un padre de família. Alguien capaz de lanzar miradas tiernas. O de hacer excelente bocadillos de mermelada de cacahuete.








Hay más, por supuesto. Tarantino llega a identificar a Bill con un instrumento que alimenta su condición de hombre legendario usando un gag referencial basado únicamente en el contexto (David Carradine es famoso por su rol en Kung Fu, aunque sería muy interesante ver como Warren Beatty - Clyde - la primera opción para el proyecto hubiera hecho su Bill). Por eso, Tarantino decide que le veamos siendo un narrador de la fascinante historia de Pai Mei, hábil remedo de las producciones de la Shaw Brothers de King Hu (en especial Come Drink With Me) y Chang Cheh (todas las películas protagonizadas por, naturalmente, Gordon Liu). Así de la flauta y el fuego como elementos sugestivos pasamos a la pochez del moratón con la paliza que le acaba de propinar el mismo Pai Mei.

Un detalle cautivador está en las manos de Bill. En el primer volumen significan confianza, seguridad, fuerza. Ahí está acompañada por una katana de Hattori Hanzo (también es significativo el contrapunto entre Hattori Hanzo, heroismo que nace de la pura leyenda, y Pai Mei, poder que nace del sudor y el dolor, toda una relectura de dos subgéneros muy distintos a los que Tarantino asocia algo más que una textura, sino también un tipo de relato concreto: en Kill Bill volumen 2 la katana de Hanzo vale unos dólares para sobrevivir al despido de un mugriento night club y son motivo de mofa de Pai Mei, a diferencia del primer volumen en el que Hanzo asegura que se trata de la mejor espada jamás fabricada ¿Está Tarantino haciendo su propia refutación? Fuera de eso, el relato de entrenamiento más propio de Yuen-Woo Ping funcionaba como deconstrucción de la Shaw Brothers).




En el segundo son frágiles, dotadas de una rara ternura justo al borde de la muerte. Otro día hablamos del excelente uso de la cita a The Searchers (1956, John Ford) en el volumen 2 y en la reciente Inglorious Basterds (2009), un ejercicio sublime de leer al mismo tiempo una película y que demuestran que Tarantino maneja su referencialidad con muchos niveles de lectura.

miércoles, septiembre 16, 2009

Un poco de canon animado


Rosenbaum insiste en Screwball Squirrell como obra total de Tex Avery. No es mala idea, pero me decanto por Who Killed Who (1943) en la que reune algunas de sus mejores características, desde su estilo con perros con tendencia a ser aterrados hasta su única ceremonia de deconstrucción respecto a fórmulas ajenas. Aquí es el cine negro, por supuesto. No desaprovecha ni un fotograma para destruir el género. Las reglas espaciales del género pasna a ser motivo de mofa y observación inteligentísima, hasta el punto de que el protagonista lee la novela del cartoon que protagoniza y el detective 'descubre' que el narrador es nuestro asesino, una vuelta de tuerca casi Lerouxiana al asunto, en la que hay una persecución reconvertida en dos huidas hacia adelante y unos usos desternillantes de la pistola como gag (todos formulados a través del agotamiento, ya sea el cansancio o la falta de una presunta batería). Para Avery la figura del fabulador es la del criminal, puesto que ambos 'crean' las escenas perfectas. Una idea atractivísima y digna del mejor folletín francés, pero explicada con velocidad: la esencia de la animación, lo ha explicado mejor John Kricfalusi. Seguramente esta pieza sea la definición de tour de force.


El huesdo cuckoo de este cortometraje bien feliz sería bailando en The Skeleton Dance (1929, Disney/Iwerks) otro cortometraje excepcional. Carl Stalling, luego famoso por sus composiciones para los Looney Tunes, relee a Grieg y Disney cuenta con la complicidad de Iwerks para el cortometraje que inauguró las Silly Symphonies, una de las cumbres creativas de Disney, y convierte al cementerio en toda una fiesta vital. El esqueleto se adapta perfectamente a la animación porque sus movimientos son elásticos, pero su expresividad parece limitada. Sin subrayados y sin apenas dotar de ironía la pirueta, Disney tiene al musical como norma de expresión básica en su universo y aquí tenemos una de sus modulaciones más singulares, con el día siendo el fin para la fiesta nocturna de sus protagonistas y los habitualmentes atmosféricos gatos negros sirviendo como instrumento (musical y de ensayo terrorífico). Una maravilla.

lunes, septiembre 14, 2009

Bajo el cielo de Tezuka

Bajo el aire de Osamu Tezuka tiene una cualidad que la hace importante, más allá de ser una perfecta introducción: resume la visión de mundo de un creador y sintetiza algunas de las obsesiones que darían paso a sus obras más complejas y sofisticadas con las que fue reinventándose.

Se abre la colección con 'La ejecución terminó a las tres', un relato sobre un condenado a muerte que logra paralizar su ejecución. En 'El Milagro secreto' de Jorge Luis Borges, otro reo paralizaba temporalmente su ejecución también por motivos casi divinos: una víctima del nazismo que quería terminar su obra y consigue hacerlo, para luego morir. Tezuka nos presenta a un criminal nazi que en el ocaso de la Segunda Guerra Mundial escapa y se intuye un hombre libre, pero Tezuka nos dice que si bien Dios no concede milagros, algún tipo de orden tampoco impide calamidades.


En 'La nueva virgen' se acentúa esta idea y el abordaje y pillaje de una nave espacial sirve para alumbrar a un mesías, cuyo nacimiento supondrá una revelación importante para una suerte de Virgen del Futuro que no lo sabe: Tezuka se entronca con Metrópolis y con sus historias de robots humanos cuyo destino da un giro cuasi mesiánico. Y eso cuando no son ellos que emprenden tareas casi místicas de arreglo, como en 'Un hombre llamado Joe' que entronca con el espíritu de Black Jack, esa otra obra en la que Tezuka se dibujó como un alter ego destinado a enseñar humanidad como un científico resistente.


En Nuestro Mundo, la violencia y las paradojas de la existencia dan paso a una de sus amadas historias protagonizadas ya directamente por animales, reduciendo al mínimo el esquema de personajes.


Como demuestran historias como 'El rufián y los acantilados' o 'catástrofe en la oscuridad' no importa cuan sórdida sea la gente y sus acciones que cometan, siempre hay una visión profundamente moral y espiritual recorriendo sus relatos, escritos y dibujados por un autor que dio múltiples giros a su discurso, ampliándolo pasado, presente y futuro y sin renunciar a una mirada humanista y distanciada, llena de ambición.

jueves, septiembre 10, 2009

Esperando la barbarie

District 9 (2009, Neill Blomkamp)

-Spoileracos-

En The Ultimates 2, obra cumbre en la reconfiguración ética post-Watchmen de los iconos superheroicos, Mark Millar proponía la creación de los Liberators, reflejo oscuro y satírico de la América de Bush en el que se aliaban Irán, Siria, China, Corea del Norte y ¡Francia! en una improbable y divertidísima guerra. Lejos de acentuar la estética satírica que aprendió en The Authority, Millar llevó a Marvel ideas parecidísimas pero las vició en una narrativa corrupta, convirtiendo a los Ultimates en glamourosas estrellas de cine y rock para un mundo Vogue cuyos objetivos eran políticos. Para llevar a cabo esta reflexión, Millar usa en su díptico al Capitán América, algo muy significativo ya que en Los Vengadores, Lee y Kirby también rescataron a un Capi América necesitado de un carisma perdido tras la Segunda Guerra Mundial. Lee y Kirby le dieron inocencia y heroísmo a un icono propagandista pasado de moda, y Millar quiso hacer lo mismo con un héroe que, en los tiempos turbios post11S, no podía presentarse a la ligera: así, el Capitán América es un hombre pasado de moda, un anacronismo viviente que cree en el simbolsimo propagandístico como algo hondo y ético y que es poco menos que una anomalía en medio del cinismo global e imperialista de la era Bush.

The Ultimates 2 cierra el círculo ético, cuando el Capitán América lleva a cabo una misión en Irán y de un soldado asesinado entonces, sale el Capitan Abdul-Al Rahman que al principio parece una evidente forma de que el héroe se enfrente a sus daños colaterales. Pero Millar va más allá y lejos de funcionar como un recurso de igualación ética, funciona como una forma plena de introspección menos obvia: cuando vence al Capitán Al-Rahman, el líder de los Ultimates descubre que su función es la de ejercer de extensión vulgar y eficaz del poder antes que de símbolo. En definitiva, que no hay lugar para mitos y que ambos son armas para la presunción de potencias y la victoria del Imperio.

District 9 funciona como un punto exacto en el que la ética Millariana se encuentra con una concepción del alienígena más propia de Steven Spielberg, en la que los invasores tienen alma y están extraviados accidentalmente. En este debut del aquí adorado Neill Blomkamp, un hombre va a tardar más de una mañana en convertirse en cucaracha, pero por el camino descubrirá que cualquier mutación/superpoder sólo sirven para alimentar el Poder y que los gestos humanos están contenidos en los modos de expresión más patéticos y rudimentarios. Blomkamp dirige con nervio, quizá hace trampa al narrar mal la primera huida del protagonista o desaprovechar la tensión espacial del asedio, también al no aclarar algunos detalles contextuales, y puede ser presa del hype que creó la película en el Comic Con, condicionado demasiado lo que es una serie B sorprendente (atención a la maravillosa secuencia del Mecha), que antes que ejercer como parábola del Apartheid, que sirve como contexto simbólico/paisaje (Esos nigerianos de tebeo), funciona a una escala más grande: los refinamientos (a)morales de una sociedad capaz de generar campos de concentración al tiempo que reescriben la historia con la intrusión y la contaminación de todos los documentos existentes (como ha explicado Steiner que hicieron los nazis). No es casualidad que una parte, mutante, de la película sea la narración que documenta la MNU, multinacional armamentística que se intuye como gran centro económico de la ciudad, sobre la figura de Wikus Van der Rohe, en la que al final esquivan el hecho, terrible, de que se haya creado con éxito el Distrito 10, donde la población alienígena ha sido existosamente reubicada…y marginada, siendo el perfecto epílogo a una guerra mundial.

Addenda: Críticas de John Tones y Diego Salgado.

El productor en su laberinto

Ashley Kahn

'El sello que Coltrane Impulsó. Impulse Records: La Historia'

Trad. De Jorge García

Global Rhytm Press, Barcelona, 2006.

Después de leer este documentadísimo repaso a la historia de uno de los sellos que cambió el jazz en los años sesenta, hay una sensación de cierto desencanto. Primero, porque Impulse! es la historia de Bob Thiele, en mayor o menor medida, tanto que incluso cuando rompió relaciones con ABC, entonces distribuidora de los discos de la casa, continuó actuando como productor en discos que cambiaron el rumbo o en otros trabajos menores que quisieron sumarse a otro cambio que asomaba, el del jazz fusion que inauguraba Miles Davis con Bitches Brew y que definiría las corrientes de la década siguiente. Después, porque uno tiene la sensación de que jazz pasará a ser un género subsidiario propiedad de Blue Note.

Me explico: Thiele es recordado por ser el compositor de What a wonderful world, aquella canción mítica de Louis Armstrong que nunca fue un hit. Llegó al número uno gracias a la nostalgia, a la tirita para más señas, de Good morning Vietnam y, irónicamente, Thiele vio como una canción que fue publicada como un fracaso importante, se convertía, de repente, en un 'clásico universal'. Cosas del canon. Pero la gran labor de Thiele está ya en su formación como fanzinero jazzístico que, junto a una pequeña generación, se sumó al mundo de las producciones y dio un espacio singular al que los artistas huyeron después del declive de Blue Note de los cincuenta. Es en Impulse donde John Coltrane grabó A Love Supreme, disco memorable que sintetiza lo mejor de su obra y lo mejor de todas sus obras posibles, pero también es el lugar en el que Art Blakey grabó uno de sus mejores discos con los Jazz Messengers.

Cierto es que Creed Taylor, el fundador del sello, sentó unas bases memorables, pero Kahn explica la importancia de Thiele. Taylor usó el sello como pretexto, supo sacar discos como Genius+Soul=Jazz de Ray Charles o el Out of the Cool de Gil Evans, pero Thiele era un apasionado y se nota: desde su Poetry of the Beat Generation, grabado para Hanover-Signature, en el que Kerouac grabó un poemario mientras Steve Allen (un antiguo presentador de la televisión) tocaba jazz al piano, sabemos que Thiele está en consonancia con los movimientos creativos menos previsibles.

Un libro recomendable y, prácticamente, la historia del productor a la sombra cuya iniciativa permitió discos memorables (las recuperaciones de Ellington en los sesenta son maravillosas, siendo el Coltrane+Ellington uno de los trabajos indispensables para comprobar los registros del genial compositor) y registros complejos como los de Coltrane, capaz de publicar trabajos más atractivos con otros más introspectivos.

En Spotify, uno comprueba, de nuevo, la actitud canonista de Blue Note y el final del libro, en el que Impulse pasa a ser un sello de reediciones de The Verve Music Group con poca relevancia. Así que he elaborado una listica colaborativa para que lean el libro y se hagan una idea de los discazos que editó Impulse, A Love Supreme al margen.

Hay pocas joyas y muchas carencias, pero al menos he encontrado el Further Definitions, una de las primeras producciones de Thiele en las que rescató a su amada tradición y la reeditó para un público más hip y cool, de Benny Carter y el Once Upon a Time, otra maravilla libérrima de otro genio en época tardía, Earl Hines. The Artistry of Freddie Hubbard es otro disco curioso para ver el rumbo creativo que tomó uno de los Jazz Messengers. Como curiosidad, Trespass, el primer disco de Genesis, que sirvió para que la productora lograra estar detrás de un disco de genuino rock progresivo y que tiene The Knife como una de las pocas canciones decentes.

Aquí la listica. Añadan sus tracks, pero una condición: que rescaten tesoros editados por Impulse!