domingo, junio 30, 2013


Nosotras, si lo piensas bien, crecimos en una atmósfera bien distinta. Entramos en esas aulas de Hermanos, de Padres, de Maristas y Salesianos y Marianistas como una invasión alienígena, un perfume femenino capaz de reanimar líneas evolutivas en franco deterioro; los chicos sensibles que solían atravesar la adolescencia perseguidos a campo abierto o encerrados en los servicios de sus colegios para varones, que eran carne de vejación hasta que podían incorporarse a iviendas civiles, se aliaron con nosotras. Cómo nos gustaba su expresión soñadora, la velocidad de sus complejos cerebros, lo que podían hacerte con las palabras. La inteligencia era el nuevo sexy. No te rías, Clara, no estoy improvisando, es un asunto en el que he pensado a fondo.

La versión inocente es que los chicos podían jugar con muñecas y nosotras a la guerra. La perversa era que ya no podíamos dejarnos tratar por nuestros amigos/novios como criaturas delicadas, había que arremangarse, abandonar el claustro hogareño (frustrar intensas pulsiones organizativas y decorativas que descendían por los ríos generaciones en el barquito de los genes) y se competitivas en el territorio masculino conocido como ámbito laboral. ¿Y ellos? Bueno, les bastaba con escenificar un par de pasos en dirección a la igualdad suprema. Lo nuestro costaba, lo suyo se lo aplaudíamos enseguida. Ellos daban caridad, mientras que nosotras estábamos obligadas a ser efectivas en sitios tan distintos como el comedor, entre sábanas, la oficina, la calle (primera ley de la termodinámica femenina: si descuidas el físico ingresas en la muerte social) y la maternidad. Dulces, fuertes, comprensivas, efectivas, todo más o menos al mismo tiempo. A ellos les decían que a cambio de la limpieza superficial del baño el peso de los ingresos ya no recaería sobre sus hombros, a nosotras se nos arrojaba a la cara un acertijo que no tiene respuesta, que afectaba a las fibras íntimas de la organización existencial. Te concedo que hay miles de tías mezquinas, bobas y perezosas ¡pero ellos no son mucho mejores!, y es a nosotras a quienes se nos invita a la épica de los nervios crespos, a la década dorada del ansiolítico.

Gonzalo Torné, Las parejas de los demás
El anarquismo aparece de forma recurrente. ¿Cree que hoy han muerto las ideologías?
No, para nada. Están en descomposición los cuerpos de ideas de los programas políticos derrotados, sí, pero una mente no puede abrirse paso con ayuda de su experiencia, hay que recurrir a las ideas, de manera que nos movemos dentro de cuerpos de expectativas, de deseos y relatos no examinados que no reconocemos como "ideología" porque están vivos, activos, y pegadas a nosotros. Hay que tener cuidado con eso, creo que una cabeza sana debería ser capaz de mantenerse a una distancia prudencial de estas ideologías tenues, si no aparecen esos fanáticos a los que les va la vida en sus convicciones y con los que apenas se puede dialogar, y yo los veo a diario, en la política, en los medios, en las asociaciones, en los foros, en las empresas y en la calle.

(Gonzalo Torné, en esta entrevista)

martes, junio 25, 2013


La lectura del crítico no debe ser una lectura imparcial o neutra, sino tan radicalmente personal y parcial que ponga en evidencia y transparente los materiales culturales, biográficos e ideológicos sobre los que se asienta lo personal, el hardware y el software de su personalidad lectora. Como ciudadano común que es, tendrá sus propios intereses y prejuicios, pero como crítico está obligado, primero, a conocerlos, y, segundo, a controlarlos. Si por motivos que sean esos intereses intervienen en su proceso de lectura sin ser reconocidos como tal, su lectura será fraudulenta. Toda lectura es una lectura interesada, pero en la del crítico sus intereses propios - ideológicos, literarios, autodescriptivos, profesionales, crematísticos, a los que, al meos en principio, ni tiene ni debe puede renunciar, tendrán que estar integrados en el interior del mecanismo de lectura, sin que sirva como escape pretender su ocultamiento bajo el manto de una previa declaración expresa que pretenda así neutralizarlos en su proceso de lectura.

La lectura del crítico está obligada a ser honesta, pero no desde un punto de vista moral - cada uno es libre de escoger el infierno que prefiera -, sino desde el punto de vista que la propia operación de leer exige a quien va a interferir sobre la lectura que una comunidad va a haer de sí misma. Se trata en consecuencia de una honestidad intelectual y de una honestidad política. La crítica exige ese mínimo nivel de honestidad. Por debajo sólo hay publicidad o adulación.

Constantino Bértolo, La cena de los notables.
"I was continuing to shrink, to become... what? The infinitesimal? What  was I? Still a human being? Or was I the man of the future? If there  were other bursts of radiation, other clouds drifting across seas and
continents, would other beings follow me into this vast new world? So  close - the infinitesimal and the infinite. But suddenly, I knew they  were really the two ends of the same concept. The unbelievably small and
the unbelievably vast eventually meet - like the closing of a gigantic circle. I looked up, as if somehow I would grasp the heavens. The  universe, worlds beyond number, God's silver tapestry spread across the
night. And in that moment, I knew the answer to the riddle of the  infinite. I had thought in terms of man's own limited dimension. I had  presumed upon nature. That existence begins and ends in man's
conception, not nature's. And I felt my body dwindling, melting,  becoming nothing. My fears melted away. And in their place came  acceptance. All this vast majesty of creation, it had to mean something.
And then I meant something, too. Yes, smaller than the smallest, I meant something, too. To God, there is no zero. I still exist"

Richard Matheson, The Incredible Shrinking Man

domingo, junio 23, 2013


"No le voy a pedir que me diga lo que tantas me he dicho a mí misma y no habría tenido que decírmelo si hubiera conocido un solo instante de reposo. No aspiraba a otra cosa porque de todo lo demás, incluida la fidelidad, me creía ya curada. Pero el cuerpo que envejece sin haber recibido la confirmación de la gloria juvenil mira con aprensión y zozobra un futuro cercenado por la esterilidad, un ánimo en decadencia que ni siquiera se atreve a reconocer con honradez y aflicción la suma de sus males sólo porque una memoria desoediente y procaz gusta de recrearse con otra edad engañosa. Hubiera sido mejor silenciarla, reducirla a lo que es; porque la memoria - ahora lo veo tan claro - es casi siempre la venganza de lo que no fue - aquello que fue se graba en el cuerpo en una sustancia a donde no llegan nuestras luces. Quizá me equivoque, pero ahora me parece tan evidente...sólo lo que no pudo ser es mantenido en el nivel del recuerdo - y en registros indelebles - para constituir esa columna del debe con que el alma quiera contrapesar el haber del cuerpo. Así que la memoria nunca me trae recuerdos; es más bien todo lo contrario, la violencia contable del olvido. No tengo intención de decirle hasta dónde llegaron mis quebrantos, ni cuanto se secó la fuente de la fidelidad, ni en qué lecho, entre qué sábanas terminaron mis abrazos y los anhelos, qué clase de ilusiones dieron fin a mis esperanzas - porque una fortuna concluye siempre con un papel de prestamista o una carta de pago, ay, no en el desenfreno de una despedida. No sé si he vuelto o he venido por primera vez a comprobar la naturaleza de una ficción, pero en tal caso, ¿qué curación cabe esperar si mi propia vanidad me impide hacerme cargo de mis propias creencias, si mi amor propio - de acuerdo con la confesión - manda sobre mi voluntad? Entonces me dije: mírate por dentro ¿qué guardas en el fondo de tu más íntimo reducto? Ni es amor, ni es esperanza, ni es - siquiera - desencanto. Pero si aplicas con antención el oído observarás que en el fondo de tu alma se escucha un leve e inquietante zumbido  hecho de la misma naturaleza que el silencio -; y es que está pidiendo una justificación, se ha conformado con lo que ahora es y sólo exige que le expliques ahora por qué eso es así.

Juan Benet, Volverás a Región.

sábado, junio 22, 2013


Concedo , por consiguiente, que el divorcio se asemeja a ese acto de buena administración gracias al cual se trata de poner fin a ese semptierno "estado de cosas que no puede durar", ese conjunto de tragas legales y sociales que te tiene maniatada y entristecida, que te está haciendo perder muy buenas oportunidades (como esa mercancía dipositada en un puerto franco y que a falta de un papel de la aduana nadie se atreve a adquirir, incluso a un precio ventajoso) y está transformando tu capacidad de futurición en aceptación de pretérito, tu capacidad de culpa en conformidad y humillación, tu sentido de la responsabilidad en esa frivolidad que justifica todas sus licencias con la falta de libertad; y tu edad de vergüenza en un falso descoco - que tú eres la primera en aborrecer - disimulado bajo el amplio manto de las instituciones sociales de carácter estable. Concedo que con tu divorcio podrás asumir una verdad responsabilidad de la que, en el mmento actual, cobijada bajo la ley de fuerza que otros te imponen, te puedes zafar con cierta facilidad con sólo atender las oligaciones maternales y contractuales (y eso te lleva a ti poco trabajo y apenas te produce quebraderos de cabeza) propias de tu estado. Concedo que tras el divorcio esas obligaciones cobrarán su verdadera dimensión y todo su valor; que el cuidado, la educación y el cariño de tus hijos, que el respeto, el aprecio y una cierta fidelidad para con tu marido, los celarás y conservarás a costa de momento de libertad y no, como hasta ahora, para cumplir una obligación o llenar el vacío de las largas horas de un cautivierio ocioso e inútil. Concedo que tras la liberación que te ha de procurar el divorcio podrás ser una persona con capacidad de autodeterminación - como ahora se dice - en lugar de esa otra, no dueña de sí misma, que vive bajo la férula de otro; y que sólo a partir de esa decisión tus actos tendrán un sentido propio y una significación cabal, como todos aquellos nacidos en un ámbito de libertad. Concedo todo eso a regañadientes porque sólo me lo creo a medias; porque ya no te concedo (y ardo en deseos de decirlos) es que una vez divorciada vas a ser más capaz de cumplir tu futuro que lo eres ahora. Por ahí si que no paso.

En primer lugar porque el cumplimiento del futuro exige una coincidencia que muy rara vez se da: la que ha de existir entre el programa y su realización. Se puede examinar esta pequeña cuestión con un enfoque combinatorio; así, pues, por el hecho de divorciarte (como por otro hecho cualquiera) tu situación cambi y a la vista de eso pues:
-conservar el mismo que tenías cuando caada para sólo mejorar la posibilidades de llevarlo a cabo, o bien
-cambiar el programa y los recursos para alcanzar una meta distinta - y por una vía distinta - a la que informó tu vida de casada.

A poco que recapacites sobre ello te percatarás de que las tres modalidades se reducen a la última, siendo que el programa para el futuro y los recursos para llevarlo a efecto son cosas que están íntima e indisolublemente ligadas ligadas a toda persona sensata. A poco que cambie uno se alteran los otros. Y si al decir de la gente enterada tanto el programa como sus posibilidades de ejecución cambian cada día ¿qué cabe decir de ese día en que tomas una decisión dictada por la necesidad de cambiarlos? Tú esperas que tu vida a partir de ahora tome un sesgo diferente, que tu futuro se va a ir separando uniformemente de aquel que abrigabas con anterioridad; tu meta ya es distinta, tus pasos distintos y del hecho de que se separaron los antiguos - en la convicción de que los han de mejorar - es de donde has extraído las fuerzas necesarias para tomar la decisión inicial donde se localiza la separación. Sin embargo, ambos programas tienen una constitución común; los dos son unas conjeturas y aquí entra lo grave: porque la segunda - la nueva - por ser más exigente, extravagante e imaginaria, es más inverosímil. El programa antiguo - trazado en un ámbito en el que la presunta carencia de libertad no es más que una justificación de su modestía - mal que bien se había decidido por una serie de metas posibles y alcanzables que, conseguidas día tras día, si no eran válidas para revolver el problema general de la felicidad al menos servirían para aplazarlo, mitigarlo y quien sabe si restarle casi toda su influencia sobre la persona.

Juan Benet, Puerta de Tierra.

lunes, junio 17, 2013


Parecido bien nos hacen las obras de teatro tristes; por eso debemos considerarlas muy superiores a las alegres que engañan nuestra hambre en lugar de saciarla: el pan que ha de nutrirnos es amargo. En la vida feliz no vemos en su realidad los destinos de nuestros semejantes, ya porque el interés los enmascare, bien porque el deseo los transfigure. Pero en el despejo que da el sufrimiento en la vida, y en la sensación de la belleza dolorosa en el teatro, los destinos de los demás hombres y nuestro propio destino hacen oír por fin a nuestra alma atenta la palabra inesperada de deber y verad. La obra triste de un verdadero artista nos habla con ese acento de los que han sufrido, que obligan a todo que ha sufrido a prescindir de todo lo demás y a escuchar.

Marcel Proust, Los placeres y los días.

A veces sólo se puede ser leal al presente traicionando al pasado. A veces la lealtad es una forma de coraje, pero otras veces es una forma de cobardía. A veces la lealtad es una forma de traición y la traición una forma de lealtad. Quiza no sabemos con exactitud lo que es la lealtad ni lo que es la traición. Tenemos una ética de la lealtad, pero no tenemos una ética de la traición. Necesitamos una ética de la traición. El héroe de la retirada es un héroe de la traición.

Javier Cercas, Anatomía de un instante, Random House, 2009.