sábado, enero 30, 2016


El consuelo de Henry era que al menos él la había conocido como el mundo no lo habría hecho, y el dolor de vivir sin ella no era más que el precio que debía pagar por el privilegio de haber sido joven al mismo tiempo que ella. Pensó que lo que una vez fue vida es siempre vida, y sabía que su imagen tendría un lugar preeminente en su intelecto, como una especie de medida y estándar de resplandor y reposo.

No sería del todo cierto decir que el espíritu de Minny Temple lo persiguió en los años que siguieron a su muerte; más bien era él quien la perseguía a ella. Evocaba su presencia en todas partes; cuando volvió a casa de sus padres y, más adelante, cuando viajó por Francia e Italia. La veía surgir entre las sombras de las grandes catedrales, delicada, elegante y extremadamente curiosa, dispuesta a sumirse en el silencio ante todas las obras de arte que veía, tratando de encontrar las palabras adecuadas y permitiendo que su nueva vida llena de sensualidad tomara cuerpo.

Colm Toíbin, The Master: Retrato del novelista adulto. Traducción de Maria Isabel Butler de Foley.

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