miércoles, junio 22, 2016


Para ella no era ninguna novedad que las preguntas de los niños eran la diversión favorita de los adultos; salvo las tribulaciones de su muñeca Lisette, casi nunca hubo nada en casa de su madre que pudiera explicarse con seriedad. Nada le resultaba tan fácil como hacer reír a las damas que iban de visita, y habría podido sacar partido de haber sido más calculadora. Siempre había algo oculto tras las cosas: la vida era un corredor muy muy largo, con hileras de puertas cerradas. Había aprendido que era imprudente golpear esas puertas; al parecer, eso producía tremendas risotadas de burla del otro lado.

Henry James, Lo que Maisie sabía. Traducción de Edgardo Russo.

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